sábado, agosto 02, 2008
Leer para olvidar
De todas las facetas que la lectura me aporta hay una que hasta ahora permanecía latente en mi interior, pero que me ha ayudado muchas veces a seguir adelante. Leo para divertirme, para descansar, para aprender, para reflexionar, para discutir y para soñar, pero también leo para olvidar.
Durante los últimos años, la vida me ha dicho: aquí estoy yo, aquí estás tú. Las decisiones han pesado. El pasado se ha configurado como un cúmulo de experiencias más o menos recientes, superpuestas a una infancia que, ahora ya, parece como un cuento. El amor se dilata y contrae como un órgano cuyo movimiento perpetuo no podemos controlar, pero al que conseguimos cambiar el ritmo, acelerándolo y calmándolo: y ni siquiera estoy seguro ahora de en qué momento estuve enamorado. Y, sobre todo, las personas, han pasado y pasan por mi vida, y se decantan hacia el anonimato o la complicidad con más claridad y facilidad. La rueda de la sociedad me ha marcado el camino con más fuerza que nunca, y he aceptado el reto con miedo a no poder volver a rodar hacia donde yo quiera.
Ante todo esto, ¿cuántas veces he necesitado leer para vaciar mi cabeza? ¿cuánta veces me he encontrado atrapado por la noche y sólo la lectura me ha hecho descansar? ¿en qué momento el estrés fue tan insoportable que tuve que leer para no pensar en todo lo que tenía que hacer? ¿cuándo la palabra se convirtieron en mi placebo para camuflar mi inquietud durante las horas de sueño? ¿recuerdo ahora el instante en el que mi cabeza daba demasiadas vueltas a algo hasta sacarlo de sus casillas y entonces apareció la literatura para abstraerme y hacerme ver de nuevo las cosas desde la distancia adecuada?
A veces pienso que le debo a la lectura parte de mi salud mental, de mi saber hacer. Mi paciencia está escrita, y mis desahogos se han trasladado desde las palabras que se lleva el viento hasta las que recoge el papel. Decir la frase adecuada, callar cuando uno debe callar, esperar, sobre todo esperar, y dejar que las cosas reposen sin volver a removerlas; olvidar, maldita sea esa mentira, pero hacer como el que olvido por una noche. Y poder seguir viviendo con intensidad. Hasta hoy no me paré a pensar hasta qué punto necesito leer para todo ello, leer para todos ellos, leer para mí y seguir siendo yo a pesar de mí.
Durante los últimos años, la vida me ha dicho: aquí estoy yo, aquí estás tú. Las decisiones han pesado. El pasado se ha configurado como un cúmulo de experiencias más o menos recientes, superpuestas a una infancia que, ahora ya, parece como un cuento. El amor se dilata y contrae como un órgano cuyo movimiento perpetuo no podemos controlar, pero al que conseguimos cambiar el ritmo, acelerándolo y calmándolo: y ni siquiera estoy seguro ahora de en qué momento estuve enamorado. Y, sobre todo, las personas, han pasado y pasan por mi vida, y se decantan hacia el anonimato o la complicidad con más claridad y facilidad. La rueda de la sociedad me ha marcado el camino con más fuerza que nunca, y he aceptado el reto con miedo a no poder volver a rodar hacia donde yo quiera.
Ante todo esto, ¿cuántas veces he necesitado leer para vaciar mi cabeza? ¿cuánta veces me he encontrado atrapado por la noche y sólo la lectura me ha hecho descansar? ¿en qué momento el estrés fue tan insoportable que tuve que leer para no pensar en todo lo que tenía que hacer? ¿cuándo la palabra se convirtieron en mi placebo para camuflar mi inquietud durante las horas de sueño? ¿recuerdo ahora el instante en el que mi cabeza daba demasiadas vueltas a algo hasta sacarlo de sus casillas y entonces apareció la literatura para abstraerme y hacerme ver de nuevo las cosas desde la distancia adecuada?
A veces pienso que le debo a la lectura parte de mi salud mental, de mi saber hacer. Mi paciencia está escrita, y mis desahogos se han trasladado desde las palabras que se lleva el viento hasta las que recoge el papel. Decir la frase adecuada, callar cuando uno debe callar, esperar, sobre todo esperar, y dejar que las cosas reposen sin volver a removerlas; olvidar, maldita sea esa mentira, pero hacer como el que olvido por una noche. Y poder seguir viviendo con intensidad. Hasta hoy no me paré a pensar hasta qué punto necesito leer para todo ello, leer para todos ellos, leer para mí y seguir siendo yo a pesar de mí.
Comments:
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Y bien cierto que es mi querido Jhon... solo te deseo que jamásteveas en esa situación donde la situación te puede de tal forma... que es imposible leer... donde por más que nuestros ojos se posan sobre las letras...las palabras, nuestra mente es incapaz de salir de su choque y no es capaz de fijarlas...
Pero hasta entonces... que increíble válvula de escape...que maravilloso pasaporte hasta donde nos quieran llevar...
Siempre me alegra comprobar que esto sigue vivo... independientemente de si con más o menos asiduidad :)
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Pero hasta entonces... que increíble válvula de escape...que maravilloso pasaporte hasta donde nos quieran llevar...
Siempre me alegra comprobar que esto sigue vivo... independientemente de si con más o menos asiduidad :)
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